7 jul 2014

Proyecto de Zona Verde Pública - Motivación del Proyectista

Siguiendo la serie sobre el Proyecto de Zona Verde Pública vamos a tratar sobre la actitud frente al proyecto de zonas verdes, en concreto la motivación del proyectista.


La motivación del Proyectista

La primera condición para hacer bien una cosa es querer hacerla bien.

El diseño de parques y jardines, por todo lo que iremos viendo, no puede hacerse a medias y por ello sin una clara motivación que lleve al proyectista a entregarse plenamente a la tarea.

Volveremos más adelante sobre este importante tema al tratar acerca del proceso creativo, pero es importante adquirir desde este momento inicial conciencia de esta necesidad de motivación, sin la cual, como artistas que somos en el diseño, no seríamos capaces de producir nada interesante.

Nos apoyaremos en cualquier pensamiento teórico, en vivencias anteriores, en cosas que hemos visto, etc., pero lo cierto es que, siempre con los pies en el suelo, tenemos que llegar a ver la obra antes de proyectarla y sentirnos inmersos en ella.
Trazas de una ciudad romana
Es necesario que entendamos que el proyectista de parques y jardines ha de poseer un dominio pleno de la representación mental de proyecto. Ha de ser capaz de recrear en su fantasía la imagen ideal de la obra, sentirse usuario y al tiempo observador de los otros usuarios, visualizar los cambios de estaciones y la incidencia de los ambientes que rodean la obra, y su caminar en el tiempo. Sólo cuando el parque o jardín haya adquirido suma perfección en ésta, su recreación, puede atreverse a darle forma a través del diseño.
Trazas de un parque urbano

Lo anterior tiene su fundamento en la carga de uso de los parques y jardines, que nunca hay que dejar de lado, en definitiva el compromiso a que se verá obligado el usuario con la escena que le estamos preparando. Por ello la visión anticipada de la obra como usuario es importante; como un usuario normal, sin ningún prejuicio (mucho menos como usuario autor del proyecto), abierto a todo cuanto exista en ese ambiente idealizado pero posible, intentando confundirse con la gente, asumiendo su nivel cultural y posibilidades.

Solo con un cierto estado de ánimo y, por supuesto, con los necesarios conocimientos, es posible lograr una realización que llegue a comunicar emocionalmente con el usuario, como es lógico, de forma  satisfactoria.

Solemos decir que: “Los proyectos que no tienen detrás una idea fuerte, motivadora de un sentimiento profundo en quien diseña, y no responden a una utilidad, mezcla de satisfacciones materiales y espirituales, suelen ser un fracaso”.


Esta afirmación cobra todo su significado en los proyectos de zonas verdes y espacios libres urbanos, donde el proyectista tiene que obtener, convencido de ellos, un espacio nuevo, abstracto o concreto, público o íntimo, funcional, utilitario o espiritual, que responda a un cúmulo indeterminado de satisfacciones personales de quienes los visitan y utilizan, y que, además de ello, se integre de una forma convencional o atrevida en el ambiente urbano.

Ya se comprende que estas bases de partida, absolutamente incompletas, ponen en la mano del proyectista todas las armas que uno pueda imaginarse, con las que conquistar el objetivo por él mismo planteado.

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